Tal y como se ve nuestro accionar en el mundo actual, podemos afirmar que así lo es, pero en mi opinión, el ser humano no tiende a la destrucción, no está en su naturaleza, al ser un animal, pero por suerte racional, lo que tiende es a su supervivencia, al igual que todas las especies.
La diferencia radica que, al poseer capacidades extraordinarias, le echamos mano a todas ellas para sobrevivir y perpetuar, es decir, que según la formación en valores o credos religiosos que tengamos o la ausencia de ellos, será nuestra manera de conseguirlo.
El hombre no es corrupto por naturaleza, la sociedad le brinda todo lo necesario para que se pueda corromper, en su naturaleza aun salvaje, no solo tiene el instinto de supervivencia, sino también el de perpetuar su especie como lo mencioné antes.
Para su supervivencia, en el caso de coincidir con lo positivo de una sociedad, aflora el esfuerzo, el trabajo, la unión, el orden, la limpieza, el estudio y todas las capacidades que aseguren su supervivencia y la de su descendencia, pero en el caso de ir en contra de las leyes o dogmas religiosos, aflora el egoísmo, la soberbia, la mentira, y un largo etc. que se resume en destrucción.
Para la perpetuidad de su especie, si coincide con los valores de su sociedad, aflora la necesidad de procrear formando una familia y teniendo todos los hijos que pueda, en el caso de ir contra los valores de su sociedad, se podría decir que la necesidad e instinto de copular, hace que pueda tener muchas parejas, recurrir al erotismo o a la lujuria como se le llama en un dogma religioso, muchas veces abandonando a los hijos, acto que ni muchos animales harían.
El ser humano tiene todos los instintos salvajes que los demás animales, eso hace que muchas veces no logre dominar los medios para satisfacerlos, pero, si me permiten, hoy tenemos a la vista mucha diferencia de cuando vivíamos en las cavernas, así que creo que a medida que sigamos evolucionando, nos alejaremos de ese “estigma” destructivo que nosotros mismos nos hemos acuñado.