Impensable para muchos, realidad para otros. Se trata de una situación inesperada que solo se puede experimentar si no tienes o “ya no tienes” la creencia de que existe un ser superior a quien se le rinde cuentas de los actos de los humanos o si no se cumple con los mandamientos, preceptos o normas de alguna religión.
Cuando eres creyente en alguna religión y realizas actos que sabes que no son correctos o te han enseñado que no lo son, la manera de limpiarte de ello es pedir perdón por la ofensa, como a priori sabes que Dios te perdona, te sientes perdonado y aliviado, pero…
¿y cómo haces para superar lo que concibes como malo cuando no eres creyente?
Nuevamente, con base en mi experiencia personal, puedo comentar que, todo depende de que es lo que se considera “malo” y que es lo que se considera “bueno”, es decir, hacer uso del pensamiento crítico y reflexión, esto visto desde el punto de vista de la tranquilidad de tu consciencia, porque, por ejemplo: el acto de asesinar por sí solo es considerado por casi todas las sociedades como “malo” o, por ejemplo, la estafa, etc.
Tomando en cuenta estos 2 puntos de vista, podríamos separar a los actos “malos” en dos grupos, en el primer grupo, quizá estén la gran mayoría de consejos de tus padres, preceptos religiosos o mandamientos o leyes, y en el otro grupo, podríamos situar a los actos que van en contra de la persona, la sociedad y la vida directamente, pero sobre todo en contra de los valores y principios de la persona y el ser humano; estos valores y principios tienen la característica de ser globales e independientes de la creencia religiosa.
Poniendo todo esto en un buen español, podríamos decir, por ejemplo, que santificar las fiestas”, “arrodillarse hacia la meca”, no “adorar a Dios sobre todas las cosas” o el homosexualismo, la masturbación, etc. sean considerados pecados graves religiosamente hablando y basados en las leyes de cada religión, sin que estas sean inclusivas o se apliquen a todas, pero para un no creyente no represente ningún significado de maldad como acción misma.
El ser un no creyente o como comúnmente se conoce como Ateo, no es lo mismo que decir que se es una mala persona, fuera de la ley o que no vale nada, tenemos valores y principios, estos dos conjuntos de “normas” jamás se van a perder, aunque tampoco puedo generalizar, muchos creyentes una vez que dejan de creer o “se alejan de dios” se sienten liberados de una opresión que ellos mismos han creado y sienten que “libres” pueden hacer lo que desean, cuando en realidad se debe de hacer lo contrario.
Ser un “no creyente” o un ateo, implica mucha responsabilidad, ya no tienes un dios que te cuide o te haga el “milagro” o te castigue si “pecas”, no tienes “a donde ir” cuando mueras, no tienes la esperanza de “un cielo junto a todos los que han muerto” o el miedo de ir al centro de la tierra “al infierno junto al dios de los pecadores y enemigos de la religión”.
Lo que te queda es tu formación, tus valores, principios, pero sobre todo darte cuenta de que como ser humano eres valioso e importante, de que eres parte del universo mismo, de la naturaleza y que has evolucionado durante miles de millones de años, que como especie has logrado grandes hazañas, que te mereces lo mejor de la vida y contribuir con ella, todo esto se resume en tu consciencia e inteligencia.
En conclusión y en mi opinión personal, tu confesión debe de ser contigo mismo, con tu consciencia, basado en darte cuenta de que es lo que no te hace feliz o hace infeliz a otra persona o a la sociedad empezando por tu familia, proponte luchar para ser mejor dentro de tus valores y principios, si tienes hijos, críalos en base a ellos, para que así en el futuro, si son creyentes o no, jamás pierdan lo que nos hace humanos.