Desde que el ser humano tuvo conciencia, observó y reflexionó sobre el entorno que lo rodeaba, observaba que había elementos de la naturaleza que eran “poderosos” y al mismo tiempo destructivos.
El sol, el fuego, el rayo, el agua, el viento, entre otros, eran los elementos de la naturaleza que para el ser humano no eran indiferentes, ya que les proporcionaban lo necesario para vivir y al mismo tiempo “los castigaban” cuando sus acciones no eran las más adecuadas según su sociedad.
Poco a poco estos elementos fueron cobrando tal importancia que llegaron a ser considerados “dioses” o protectores de la humanidad y también, como tales, severos castigadores y causantes de destrucción si no se les agradaba.
Mientras el sol y la luna y las demás estrellas “giraban alrededor” de la tierra, se iban tejiendo una y mil historias acerca de estos magníficos dioses que protegían a los pueblos, unos dioses eran más poderosos que otros, otros se mezclaban con los humanos y así poco a poco fueron cobrando una figura “más humana” y adoptando “pensamientos” y actitudes propias de los seres humanos, como por ejemplo, enojo, ira, amor, sabiduría, hasta venganza, destrucción y muerte.
Muchas culturas proporcionaron a sus dioses no solamente pensamientos y actitudes humanas, sino también forma humana, algunas mezclaban estas formas humanas con formas de animales para hacerlos más omnipotentes y ponerlos un paso más allá del ser humano y construyeron estatuas para poder “verlos” y estar más cerca de ellos.
Se formaron sacerdotes, sacerdotisas y sirvientes de estos dioses, los cuales proporcionaban servicios y eran intermediarios de los humanos con estos dioses, ellos eran los que “hablaban y pedían” a los dioses y los que los dioses les “respondían” era transmitido a los soberanos y algunas veces al pueblo, un pueblo que conocía de lejos a estos dioses que solo hablaban con la realeza.
Así, a lo largo de historia, las diversas creencias se transformaron en religiones, las cuales tenían siempre la respuesta ante lo desconocido, lo poderoso, lo destructivo, lo milagroso o “sobrenatural”, es decir, lo que está por encima del entendimiento humano.
Basta observar nuestro mundo y nuestro pequeño sistema solar, para saber que el hombre, es el único ser de la evolución de las especies que ha logrado un alto desarrollo de inteligencia y conciencia, lo cual me hace recordar una cita que dice:
Somos una forma en la que el universo toma conciencia de sí mismo.
Carl Sagan
Esto le ha permitido observar, investigar, reflexionar y hallar muchas respuestas a su contante curiosidad, el ser humano ha sido curioso desde que tuvo conciencia, pero con pocas herramientas para ayudarse, lógicamente poco o nada podía hacer.
La tecnología y el desarrollo de las capacidades humanas, han permitido “descubrir” a muchos dioses antiguos, el sol de los incas, el fuego de los griegos y celtas, el rayo de los incas, griegos y otras culturas y hasta las estrellas.
Ha permitido conocer y ser más conscientes de que es lo que verdaderamente sucede a nuestro alrededor, conocer que los dioses omnipotentes antiguos no eran más que parte de nuestro hermoso planeta, de este planeta que “luchó” con cambios y reacciones químicas y físicas para permitir un medio ambiente en el que organismos unicelulares evolucionen hasta llegar a ser nosotros.