Una persona que, por motivos ajenos a su voluntad, vive en un lugar muy apartado de la civilización, ignora una gran cantidad de información, pero vive feliz con lo que tiene.
Cierto día, mientras cazaba, seguía a una de las mejores presas que había visto, por lo obstinado que era, persiguió al animal durante días, hasta que logró su objetivo, darle un certero golpe de lanza que dejó malherido al animal mientras bebía agua del río debido al cansancio.
Cuando se disponía a retornar a su hogar con el trofeo, percibió un ruido diferente a cualquier animal que hubiera escuchado, se quedó inmóvil durante un minuto o dos agudizando el oído.
Pudo distinguir la dirección del que provenía ese extraño ruido, era hacia el río, dejó en el piso a su presa moribunda y muy sigiloso, con todos sus sentidos a su máxima capacidad como buen guerrero que eta, comenzó a seguir aquel extraño ruido, de pronto sobre el río pudo divisar a lo lejos un animal, su mente trabajo al máximo y le presentó en milisegundos una gran variedad de animales, hasta que se quedó con la figura de lo que podría ser un cocodrilo.
Pero, ¿y ese extraño ruido?, la lógica le hizo rechazar de inmediato esa posibilidad, sea lo que fuere, se iba acercando cada vez a más velocidad, hasta que de pronto y aterrado vio un extraño objeto que flotaba sobre el río y reflejaba hermosos rayos de la luz del sol y sobre este, tres hombres parecidos a él, pero cubiertos con unas pieles que nunca había visto, los cuales lo miraban con cierto asombro.
No se podía mover, estaba atónito observando aquella escena, tratando de entender lo que veía, solo reaccionó cuando notó que prácticamente estaban muy cerca de él, por un segundo pensó en correr lo más rápido que pudiera, pero al notar que las personas levantaban sus brazos saludándolo lo hizo quedarse.
Obstinado y valiente como era, no dudo en querer saber de qué se trataba lo que veía, nunca había visto a este tipo de personas ni mucho menos un bote con motor, sin embargo, no lo intimidó.
Por su mente, cuál película antigua, pasaban todo tipo de pensamientos, muchos de ellos seguidos de una respuesta, la respuesta más lógica que pudiera encontrar desde su experiencia de la vida.
Su trance solo quedó interrumpido cuando se dio cuenta de que la embarcación estaba detenida y no avanzaba hacia él, pudo ver unos rayos que salían de unos aparatos con un solo ojo, quiso seguir su instinto de supervivencia y huir, pero al notar que no sentía ningún dolor o daño solo se protegió detrás de unos troncos desde los cuales y sin perder la mirada los vio alejarse hasta desaparecer.
Durante los días que le tomó volver a su aldea, no dejó de preguntarse qué era lo que había visto, esos hombres era igual que él, aunque hablaban en una lengua que no entendía, se preguntaba también ¿por qué tenían una vestimenta que cubría todo su cuerpo?, y sobre todo, ¿la máquina de ruido sobre la cual estaban?, a sus 17 años de vida jamás había visto nada igual, sus pensamientos iban y venían hasta que de pronto recordó que había dejado junto al río a la mejor presa que había logrado cazar.
No importa pensó, porque lo que hoy había “cazado” fue más importante que su presa, fue un punto de inflexión en su vida, una experiencia inigualable y sobre todo retornaba a su aldea con un conocimiento que nadie sabía o al menos eso pensaba, pudo encontrar la relación de la lancha a motor que había visto con las aves de metal que algunas pocas veces había visto surcar sus cielos.
Cuando el joven guerrero llegó a la aldea, fue recibido con abrazos y llantos, se dio cuenta que habían pasado muchos días desde que salió a cazar, a pesar de estar exhausto y con mucha hambre, se dirigió directamente al anciano de la aldea, él lo sabe todo pensó, sé que sabe…
El anciano lo vio entrar y al notar la mirada penetrante del joven, no fue necesaria ninguna pregunta, porque antes de que el joven guerrero intentará decir una palabra, él lo cortó con un “los has visto”, el joven inmediatamente confirmó lo que había supuesto, el anciano lo sabía todo, ¿pero por qué no lo había mencionado nunca?, estaba atónito, no supo qué decir.
Siéntate, le dijo el anciano y así lo hizo, el joven guerrero no salió de aquella tienda hasta pasada la media noche, todos estaban durmiendo, niños, adultos, ancianos, dormían, felices, en paz, los contempló con ternura, de pronto su rostro se endureció y cerrando fuertemente el puño, se prometió a sí mismo que esto nunca iba a cambiar y él se encargaría de ello.
Muchas veces, preferimos ignorar la realidad por temor a hacernos daño, el temor y la supervivencia nos obligan a aceptar lo que vivimos sin realizar ningún cuestionamiento cuando alguna situación no nos convence del todo.
El conocimiento nos hace verdaderamente libres y nos protege, el refutar con lo que no estamos de acuerdo o no nos parece cierto es innato en el ser humano y nos permite evolucionar y tener más fe en nosotros mismos. Esa fe que tanta falta nos hace.