Esta frase la escuché en una serie de televisión y no dudé ni un momento en acuñarla en el libro de mi vida.
El ser humano no es el “ser insignificante” del universo como muchos nos quieren hacer creer, tampoco “es nada”, si no creemos en un dios.
Somos los ojos del universo, aunque como niños, somos el valioso fruto y legado de la evolución que ha tomado millones de años.
Si tan solo supiéramos quienes somos en realidad, creeríamos más en nosotros mismos y seríamos mejores cada día.
Al ser humano le falta tener más fe en sí mismo.